sábado, 25 de diciembre de 2010

El estado y la provisión de seguridad

Hace unos días hubo un asalto en un supermercado en el que por casualidad había un policía comprando y pudo abatir a dos de los delincuentes. En medio de todos los comentarios de los vecinos que surgen ante un hecho así, el que más se escuchaba era el de culpar a los malvivientes. Sin decir que esto no es cierto, quisiera profundizar un poco más sobre el tema.
Aparte de los delincuentes, hay un culpable que se llama Estado.
El estado es por si mismo una organización delictiva, mientras los delincuentes roban a punta de pistola y despojan al prójimo de su propiedad privada conseguida con el esfuerzo del trabajo, el estado hace lo mismo por medio de los impuestos. En un principio no usa las armas, sino que utiliza otros medios un poco más "pacíficos" para despojarnos de lo que nos corresponde, pero si pasa el tiempo y no le damos lo que nos exige intentará por la fuerza el conseguir sus objetivos, y si nos queremos defender seguramente enviará a la policía y la cosa terminará con un disparo.
Lo más triste de todo es que ese estado que nos provee del servicio de seguridad con la policía, nos cobra coercitivamente por distintos medios sin llegar a un acuerdo de cuanta seguridad nos va a otorgar. Imaginemos si queremos comprar leche y el lechero nos dice: "Dame 10 dólares y ya veré yo cuanta leche te entrego", sería ridículo, nunca aceptaríamos un trato así. Pues eso es exactamente lo que hace el estado. Y eso lo podemos extrapolar a todos los servicios que nos provee.
Pero hay otro problema. Ese estado que supuéstamente nos debiera defender de los malvivientes es el mismo que les ofrece educación gratuita, sanidad, subvenciones de todo tipo, leyes laxas que los dejarán en la calle al poco tiempo de cometer los crímenes, etc. ¡Y todo eso con nuestro dinero!
Es una ineficiencia absoluta, y en ese sentido no tiene nada que ver quien sea el gobernante de turno, el problema es un sistema injusto que beneficia a los que no se esfuerzan en detrimento de los emprendedores, eternos expoliados hartos de entregar el fruto de su trabajo a un barril sin fondo lleno de corrupción.